Ya sea porque las han capturado, o porque las han
obligado a nacer entre rejas, el Zoo no es el hábitat natural ni de Samy, ni
de Buba. Los decorados pueden estar diseñados para dar al público esa
impresión; pero cuando cierran las puertas y se apagan las luces, la mayoría
duermen en una jaula. Por mucho que pretendan cuidarles y satisfacer sus
necesidades primarias, lo que hacen realmente es mantenerlos con vida todo el
tiempo posible, siempre y cuando les resulte rentable. Durante ese tiempo
padecen, como mínimo, carencias espaciales y sociales con respecto a sus
necesidades como individuos y a las particularidades naturales de su especie.
Hasta el 80% de los animales encerrados desarrollan algún signo de
“zoocosis”, que es el nombre que se le da a cualquier tipo de manifestación
de sufrimiento psicológico por parte de un animal no humano (balancearse
compulsivamente, vagar en círculos, morder los barrotes, etc.). También es
frecuente el desarrollo de enfermedades psicosomáticas causadas por el
estrés, así como de dolencias y síntomas puramente físicos provocados por el
encierro, el hacinamiento, los ataques entre ellos/as (debidos en gran parte
a problemas territoriales por la falta de espacio), los entrenamientos, el
cambio de clima, la calidad del agua en el caso de animales marinos, etc. La
esperanza de vida en estos lugares, en la mayoría de los casos, es mucho
menor de lo que sería en la naturaleza.
Cuando los animales ya no son útiles, vuelven a
desaparecer en el entramado de comercio e intercambio, se modifica su nombre
si han sido problemáticos, se “donan” para experimentación o, directamente,
son “sacrificados”. En febrero de 2014 dieron la vuelta al mundo las imágenes
de un bebé de jirafa llamado Marius asesinado en el Zoo de Copenaghe. A pesar
de que estaba perfectamente sano y otras instituciones se habían ofrecido a
acogerlo, este zoológico decidió hacer pública su política de “es nuestro y
hacemos con él lo que queremos”. Tras dispararle, “celebraron” la autopsia
delante de varios/as niños/as, y alimentaron a los leones con los restos.
Unos días después, mataron a algunos de esos leones para acoger a unos más
jóvenes que estaban por llegar.
Respecto a la excusa de la conservación, es
insostenible que la salvación de una especie consista en mantener a sus
individuos encerrados. Sencillamente, no se puede solucionar un problema
creando otro. Más allá de la controversia que pueda causar la idea de que
para un individuo su libertad es algo más importante y tangible que la
perpetuación de su especie, o de que es preferible no existir a existir para
ser un/a esclavo/a, el hecho es los zoos, acuarios y circos son una de las
principales causas de que se cacen estos animales, se esquilmen sus especies
y se destruya su medio. Por otro lado, en caso de que llegaran a la
extinción, para repoblarlos se necesitaría una gran variedad de genes
viables. En los zoos, por el contrario, prima la endogamia, y prefieren tener
pocos individuos de cada clase, ya que la variedad atrae más público.
En cualquier caso, el futuro de las especies en
peligro está en la concienciación sobre el respeto hacia sus hábitats y hacia
los animales como individuos, no en mantenerlos en una jaula en la Casa de
Campo de Madrid.
El caso de los acuarios y delfinarios: un mar de
sangre
Gracias al estreno de varios documentalesiii,
recientemente ha salido la luz el horror que hay detrás de los “divertidos”
trucos de las orcas y delfines.Lo más común es que estos espectáculos estén
dentro de zoos o parques temáticos, pero también hay museos, hoteles, casinos
o centros comerciales que ofrecen este “pasatiempo”. Para surtir a todos
estos lugares, regularmente se producen cacerías y matanzas en el océano.
Destacan las que tienen lugar anualmente en la localidad de Taiji, en Japón.
Allí se aprovecha el paso migratorio de los delfines para desviar a grandes
grupos mediante ultrasonidos. Una vez desorientados, los acorralan en una cala
y atrapan los más pequeños y atractivos para venderlos a los acuarios. El
resto son asesinados cruelmente por su carne. Capturar 4 ó 5 delfines para
los espectáculos, suele conllevar la muerte de 4.000 ó 5.000.
OrcaEl calvario de los individuos apresados no
termina ahí. Aún pueden pasar semanas, meses e incluso años aislados/as,
drogados/as y trasladados/as de un sitio a otro, sorteando los trámites
burocráticos hasta llegar a su destino. Una vez allí, se les someterá a un
duro entrenamiento basado en la privación de alimento. Lo que para ellos/as
es un castigo y fuente de sufrimiento, se mostrará al público como un sistema
de recompensa. Unos 1.000 delfines y 54 orcas viven actualmente en esta
situación.
Respecto a los peces y otros seres acuáticos,
normalmente se exhiben como mero ornamento, pero no por ello dejan de ser
animales que sufren. Al igual que los que se mantienen en las peceras de las
casas, la mayoría han sido capturados de su hábitat natural, frecuentemente
en países asiáticos y con medios altamente destructivos para el ecosistema
(como el uso de cianuro). También han padecido privaciones y traumáticos
traslados en bolsas y cajas durante varios días. Muchos/as no llegan con
vida.
Un capricho real
Moctezuma fue, según los/as historiadores/as, el
primero en tener la brillante idea de coleccionar animales (humanos/as y no
humanos/as). A partir de ahí, la mayoría de los zoos comenzaron como
auténticos y reales caprichos. En Madrid, Carlos III tuvo el antojo de
construir el primer parque de animales en la Cuesta de Moyano. Además de
deleitarse con su encierro, los/as monarcas celebraban entonces luchas entre
tigres, leones, elefantes y toros. Durante el S. XVIII, los virreyes
coloniales se encargaron de surtir a la Casa Real de animales provenientes de
América. A lo largo de los años, los hacinados y descuidados animales de la
Casa de Fieras sufrieron guerras, varios traslados y cambios de gestión
(entre la Corona, el Ayuntamiento y manos privadas), hasta que en 1972,
siendo insostenible el número de visitas (llegó a tener más de un millón en
un día), se reubicaron en el actual Zoológico de la Casa de Campo.
Actualmente, la gestión corre a cargo de Parques
Reunidos, segundo operador más importante de Europa en el sector del ocio (no
de la ciencia), con 72 parques y una facturación de más de 500 millones de
euros anuales.
El Zoo de Madrid sigue el modelo ideado por Karl
Hagenbeck, con fosos abiertos en vez de jaulas, para ofrecer al público la
ilusión de que los animales están libres. Hagenbeck también fue el primero en
introducir humanos/as en los zoos modernos.
Zoológicos humanos o “exposiciones etnográficas”
A finales del S. XIX, Karl Hagenbeck era el más
importante cazador y comerciante de animales. Proveía a varios circos y zoos,
hasta que decidió fundar el suyo en Hamburgo. En 1874, tras una crisis en la
que muchos de los animales murieron de frío, el bueno de Karl tuvo la idea de
comenzar a secuestrar familias laponas, samoanas, nubias, etc., para
exhibirlas recreando vagamente sus aldeas, trajes y costumbres. Fue un éxito
entre el público, se organizaron giras, y otros zoos europeos siguieron el
ejemplo, incluidos los de Barcelona y Madrid. Al igual que sucede ahora con
los animales no humanos, muchos/as de los/as exhibidos/as en aquellas
exposiciones murieron durante los viajes, por falta de cuidados o por la
imposibilidad de adaptarse al clima y la situación.
En la Casa de Fieras de Madrid, los visitantes
podían ver esquimales pagando una peseta. Y el estanque frente al Palacio de
Cristal se creó en 1887 para exponer en canoas a 45 personas de origen
filipino. Los restos de los/as que no sobrevivieron están ahora en el Museo
Nacional de Antropología.
Diversión y educación para toda la familia
Toda una vida de confinamiento y privaciones,
siendo tratados/as como objetos, con la manipulación de todos los aspectos de
su vida, hora tras hora, día tras día; el constante estrés por el tránsito de
visitantes… No es muy difícil ponerse en su lugar y ver la injusticia de todo
esto. Pero si nos venden que es necesario, que es educativo y divertido,
¿podemos llegar a creer que la mirada triste de la elefanta es así porque la
naturaleza lo quiso? ¿Que la sonrisa del delfín se debe a que está feliz en
su piscina?
Como muchos de los animales encerrados, la
elefanta y el delfín establecen en la naturaleza fuertes vínculos sociales
que se mantienen de por vida. Está demostrado que, cuando son capturados/as,
no sólo ellos/as recuerdan y echan en falta a su grupo, sino que en su mundo
queda una familia rota, o masacrada por la cacería. Lo mismo sucede cuando
les obligan a reproducirse en cautividad para luego vender o matar a sus
crías.
En la publicidad de los grandes zoos y acuarios
puede encontrarse infinidad de información sobre cómo sería la vida de los
animales en su hábitat; pero pocas veces o nunca se explica cómo les han
sacado de ese hábitat, cómo han sido capturados o criados y trasladados,
cuáles son para ellos/as las consecuencias del encierro. No existe ningún
rigor científico en explicar a través del cautiverio cómo es la vida en
libertad.
Aunque fuera útil y educativo, aunque no hubiera
otra forma de divertirse, seguiría siendo injusto y provocando sufrimiento a
los individuos encerrados, sólo para el beneficio humano; pero además, a
través de la historia de los zoos y analizando los principales aspectos de lo
que son hoy en día, queda claro que no cumplen estos propósitos.
Sencillamente, son negocios y siempre lo han sido. Negocios basados en la
educación sí, la de unos valores destructivos, de supremacía y dominación. De
la raza blanca sobre las demás, de la cultura occidental sobre el resto, de
lo “normal” sobre lo “diferente”, de la humanidad sobre las demás especies.
Del dinero sobre todas las cosas.Jirafa
iMás información: www.acabemosconelespecismo.com
iiMás historias en
www.quererlalibertad.wordpress.com, o en italiano en
www.resistenzanimale.noblogs.org
iiiRecomendamos
Blackfish, The Cove y A Fall From Freedom, disponibles online.
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Una tarde en el Zoo. Una vida entre rejas
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